También estoy orgulloso de Santiago Gori, un taxista argentino que devolvio un bolso con miles de dolares. El es una evidencia que un mundo mas honesto si es posible, pero nuestra reacción también es evidencia de cuanto necesitamos buenos ejemplos de honestidad.
En Caracas como en Londres, el combate a la corrupción, pareciera se ha convertido en la tarea del momento. Cuanto más sacrificio se piden a la población tanto mas intolerable se hace ver actos deshonestos en la administración pública. Ahora esa tolerancia se nos ha hecho “relativa” con el paso de los últimos años. Ser honesto, es un ideal de todos los días, practicado por todo aquel que se siente contento con su trabajo y satisfecho en su rutina, convencido de que hace lo correcto. Ser honesto es un valor-código en la vida. Nos permite recibir el reconocimiento de los demás, vivir honorablemente. Ahora bien, lo que debe ser absoluto, se esta volviendo relativo, en esta sociedad de “oportunidades”. El sentido común empieza a fallar. Nos justificamos ser ligeramente deshonestos siempre que se justifique una oportunidad. Así la transición se completa, pasamos de ser “correctos” a ser unos “oportunistas”.
En el Parlamento Británico la regla de auto-regulación y el sentido común no ha funcionado para algunos MPs, afortunadamente no todos. Pero ¿cómo es posible que alguien bien educado, bien escogido entre los mejores, cometa algunas “ligerezas”? Si vemos caso por caso, observamos diferentes matices pero una regla. Creo estamos frente al típico caso de: si no esta prohibido, entonces esta permitido. Es allí donde los oportunistas aparecen. Lo cierto es que Inglaterra no ha necesitado de reglas escritas para cada conducta indeseada, un fuerte sentido común de lo que es correcto aligera los controles. No se requieren tantas regulaciones en principio. La situación en el Parlamento Británico es decepcionante sin duda, y estas situaciones claramente inaceptables como modelos a seguir, urgen un dramático lavado de la reputación. La idea de echar al vocero la Cámara de los Comunes, Michael Martin, en mi opinión es solo un paño caliente, si no se entiende las raíces, tendrán que echar muchos “Speakers” antes de cruzar la esquina.
En Venezuela, por otro lado, la situación de la corrupción no es comparable con el Reino Unido, pero da otras luces de una situación endémica, es mucho mas profunda. Después de un siglo, la cultura petrolera dejo en Venezuela hondas cicatrices. Desmantelo el esqueleto de la economía productiva, genero masivas migraciones y la cultura del trabajo no gratificante. Repito hay mucho trabajo, pero este no era gratificante. La excesiva opulencia de las elites durante la década de los 70 y 80, genero la compulsión de lucro de los rangos medios: gerentes, directores de institutos, medianos empresarios, todos sufrieron del síndrome del oportunismo. Se crearon viciosos círculos de clientes-suplidores. Claro, se promulgaron leyes anticorrupción, pero ya el daño estaba hecho, el virus había infectado a los jueces, policías, fiscales, diputados y magistrados. No había fuerza moral para hacer valido el papel de la ley, mucho menos restablecer el sentido común de lo que es correcto. De hecho ha medidos de los 90 la situación era totalmente al revés. En la calle la gente luchaba por ser un oportunista, un “vivo”, de lo contrario eras un “pendejo”. Una inversión de valores, se trataba de no pelar una oportunidad, ser sagaz, tener ambiciones.
El Dr. Arturo Uslar Pietri organizó un grupo de notables y lidero marchas de protesta conocida como la Marcha de los Pendejos. En este mundo bizarro anterior a Chávez, algunos se reían cínicamente desde las ventanas al ver pasar estas marchas. Otros clamábamos por un lavado, pero no de cara, sino un sacudón estructural, hasta las raíces. Solo a diez años después que Chávez llega a la Presidencia, parece que se empiezan a tomar acciones contra lo que ha sido una práctica cultural devastadora.
En el marco de la crisis, es un error creer que basta con un reajuste, y algunas reformas. El fenómeno de una deshonestidad general, va de la mano con la forma como entendemos la sociedad de las oportunidades, esa presión compulsiva a decir si a todas las oportunidades sin prestar cuidado a los costos morales, la cultura del oportunismo. Siento que en la expansión de la competitividad a todas las esferas de la vida, la excesiva desregulación sin educación en las responsabilidades adquiridas, la búsqueda de la acumulación infinita y sobretodo la valoración de la ambición individual como una fuerza esencial en la sociedad moderna, nos ha traído a esta crisis, que en lo económico solo nos muestra las consecuencia de un proceso subterráneo mas complejo y de largo plazo. Seamos honestos, digámosle no a las tentaciones de enriquecimiento a costa de la explotación de otros.
Preguntas si todos preferiríamos vivir en una sociedad más honesta y justa, yo creo que si lo preferimos, pero debemos reconocer que esto esta en contradicción con el compulsión global de competencia, maximización de ganancia y acumulación, que nos seduce a no ser totalmente honestos ni justos, solo lo mínimo para poder dormir tranquilos cada noche a la vez.
